miércoles, 27 de abril de 2011

¡Acción! por Beatriz Brenes


El primer día de filmación fuimos a la represa de Cachí. Nos tocaba grabar la escena inicial de la película. El lugar se veía maravilloso, un atardecer como pocos se reflejaba en el agua de la represa que actuaba el papel de lago... Los ánimos estaban altos y las ganas de empezar la filmación se sentían como maripositas de emoción en el aire.
Y todo fluyó. Demasiado bien para ser verdad. Una hora después estábamos "wrapeando". Y yo casi que caminaba en el aire de la felicidad y el boost de autoestima porque todo salió perfecto.
El 2do día de filmación... eh... bueno, digamos que no fluyó tanto. De hecho no fluyó nada.
Grabamos en el Bosque de la Hoja. La comandante Leda y sus guerrilleros. Amé que mis guerrilleros comentaban acerca de las incongruencias históricas que presentaba mi vestuario, tanto que terminé cambiándome.
La química con mi tropa fue instantánea, todavía me arrancan una gran sonrisa cuando pienso en ellos (NOTA MENTAL: debería llamarlos).
Sin embargo, la magia entre Beatriz y Leda no surgió tan naturalmente como la primera vez. Y la confianza en mí misma cayó, el miedo de sacar a la actriz de teatro frente a una cámara de cine se potenció y prácticamente tuve un cortocircuito.
Pero en cine cada segundo es plata, así que seguimos adelante.
Y de verdad seguimos... a veces ataviados de guerrilla con fusiles, carabinas, pistolas y granadas, a veces bañados en sangre, a veces en grupo, a veces en pareja, a veces como civil, a veces con jornadas de 20 horas, a veces con jornadas de 3...
No sé cuántas veces escuché Guitarra Revolucionaria en esas 2 semanas. No sé cuántas más escuché "El pueblo unido" o canté en el baño "Hasta siempre comandante".
No sé cuántas veces me peleé con la publicidad y extrañé el gimnasio (al que me hice adicta por la rutina animal tratando de subir peso y músculo para Leda) pero que dejé por el horario extraño de la filmación.
No sé cuántas veces deseé ser una mejor actriz y cuántas otras más me sentía orgullosa de mí misma...

miércoles, 20 de abril de 2011

Afeando a Beatriz. Embelleciendo a Leda por Beatriz Brenes


Después de una última prueba en cámara, conseguí el papel de Leda, sin embargo Antonio Cuevas (el director de fotografía) y Oscar Castillo (el director), me miraban un poco inocente para interpretar a esta mujer joven que había visto tanta sangre, tantas injusticias y creía en la violencia como único camino en la búsqueda de la justicia.
De ahí nació la decisión de darle a Leda un par de cicatrices en la cara.
Y entonces llegó la prueba de maquillaje.

Cuando uno está montando una obra, uno empieza a construir el personaje sin "chunches", es decir, sin escenografía, sin luces, sin vestuario, sin utilería, sin música... Pero el personaje nunca está completo hasta ese momento donde se confabulan los "chunches", el público y el actor. Ahí nace la magia.
En el cine es distinto. Pero no tanto.
Y la cicatriz de Leda fue lo que me hizo click para dejar a Beatriz de lado y darle campo a Leda.

martes, 19 de abril de 2011

Una noche como ninguna por Beatriz Brenes


La montaña... hogar y tumba de los guerrilleros.

No basta con el sí mágico para lograr recrear la importancia que tiene la montaña para la vida de un guerrillero. En la montaña se prueban al máximo las voluntades y las convicciones. En la montaña se olvidan las comodidades. Se vive cada segundo. Luchás por vivir, pero sin miedo a morir.

Mis compañeras (Adriana y Daniela) y yo
pasamos una noche en la montaña en un pequeño esfuerzo por vivir en carne propia esa experiencia. No voy a ser hipócrita, nuestro campamento no le llegó ni a los talones a lo que vivieron ellos, pero para nosotras hizo toda la diferencia del mundo.

Vestidas con traje de fatiga, salveques de saco gangoche (en el cual llevamos suficientes latas de sardinas, atún y leche condensada como para sobrevivir por mínimo 3 semanas) y cargando nuestro fusil, nos adentramos en la montaña y caminamos montaña abajo buscando un claro protegido donde poder pasar la noche. Montamos nuestras hamacas y las cubrimos con plástico (por aquello de la lluvia), bajamos al río a llenar nuestras cantimploras, a buscar agua y leña para cocinar.

Debo aclarar que yo soy un cero a la izquierda cuando de cocinar se trata... y ¿a quién le tocó cocinar esa noche? Sin embargo, algo había entre las piedras, la leña y la poca luz... mi arroz quedó sueltito y delicioso, aunque con poca sal, eso sí (me emocioné terriblemente por mi éxito culinario y un par de días después intenté repetir la hazaña en mi aparta, pero fue un fracaso rotundo... que lo diga mi roomate).


Después de cenar, nuestros "entrenadores" (excombatientes anónimos de alguna guerrilla latinoamericana), nos contaron algunas de sus anécdotas, desde lo mejor (como las esperanzas, las fiestas y los amores), hasta lo peor (como ver morir a los compañeros y no poder hacer nada al respecto más que enterrar el cadáver).

Esa noche hicimos guardia, yo fui la tercera. Una hora y media. La luna brillaba como señalándonos y agigantando las sombras en la montaña. A pesar de que sabía que estábamos perfectamente a salvo y que lo peor que podía pasar era que me encontrara una culebra, decidí darle rienda suelta a mi imaginación y colocarme en ese sí mágico que nos enseñó Stanislavsky. Escuché antentamente, buscando siluetas humanas caminado entre los árboles, cualquier rama mecida por el viento se convirtió en un potencial peligro y yo estaba a cargo de mi pelotón de 5 guerrilleros, cualquier emboscada y su sangre quedaría en mis manos. Armada con un machete y mi fusil revisé el campo y ante una sombra agazapada en el suelo mi corazón se detuvo...

Como actores debemos aprender a controlar las emociones de nuestros personajes y no dejarnos dominar (no se trata de desarrollar algún desorden de personalidades múltiples tampoco). Sin embargo, debo admitir que en esta ocasión me costó regresar a la realidad.

Apunté con mirada asesina y mi mente corría a mil decidiendo el mejor curso de acción para deshacerme del enemigo (ajá), de pronto empecé a tener esa sensación de que te están observando y empecé a temblar... el miedo había llegado.

Bajé el fusil y empecé a respirar hondo y pausado. El ejercicio tenía que terminar. Lo mejor de todo fue que ya sólo me quedaban diez minutos de guardia y pronto podría volver a dormir.

jueves, 7 de abril de 2011

Wild Track por Rodrigo Durán Bunster

Les hablaba anteriormente de un doblaje que fue necesario hacer para la película EL COMPROMISO. En este film de Oscar Castillo yo interpreto el papel de Germán, viudo, amigo de Federico desde su juventud, que actualmente vive con su hijo Daniel apartado del mundanal ruido en su cabaña “El Refugio”. Allí se dedica a la pintura. En medio de los febriles preparativos para su primera exposición, ya tarde en la noche, Daniel se desvela y Germán debe llevarlo a la cama para hacerlo dormir. Esta escena, de gran ternura, tenía como fondo una leve lluvia en el exterior de la cabaña y salió en la tercera o cuarta toma. Pero de pronto al revisar el sonido se descubrió que la lluvia —típico del clima de Costa Rica— hizo un brusco cambio a granizo y la verdad es que no se oía como fondo, sino como un ruidoso concierto de piedras que chocaban contra el techo de la vivienda. El equipo debía trasladarse para seguir con otra escena y entonces, mientras eso ocurría, se tomó la decisión de hacer un doblaje o, para ser más preciso con este caso, lo que se conoce como wild track en jerga cinematográfica. En pocos minutos me encontré con audífonos en mis oídos, en el mismo ambiente en que se hizo la filmación, frente a la joven operadora Nancy que también tenía audífonos y sostenía frente a mí algo que en primera instancia me pareció un peluche. Pero no, era un micrófono recubierto de un protector de sonidos no deseados.

Concentrado al máximo, por medio de los audífonos oía mis parlamentos (o sea mis partes del diálogo), grabados en la filmación anterior y los repetía para que quedaran grabados de nuevo, imaginando la situación en que estaba el personaje. Lo mismo hizo con sus parlamentos (por aparte) Josué Peña, el talentoso niño actor que representa a Daniel.

Como se trataba de revivir una emoción “sobre calientito” no fue tan difícil y el resultado, una vez que el sonido se sincronizó con la imagen, fue un diálogo pleno de sinceridad y sin ningún ruido parásito.

Rodrigo Durán Bunster

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lunes, 4 de abril de 2011

Cine en Costa Rica


por Silvia Rojas

Cuando salimos de viaje anhelamos y añoramos a Costa Rica y ¿qué mejor para sentirse en casa que poder tener a mano una película tica? Es importante que conozcamos y valoremos la producción nacional, que nos adentremos en el mundo cinematográfico nuestro, el cual tiene connotaciones y particularidades con las que nos podemos relacionar directa y diariamente, especialmente a nivel de imágenes, lenguaje, historias y personajes. Todo lo que la película tiene que ofrecer es único y cada película representa un gran esfuerzo no solo entretener al público sino también por abrir camino y lograr convocatoria. Cada trabajo, cada esfuerzo merece al menos nuestra presencia.

El crecimiento de la producción nacional en los últimos años ha sido crucial para poner a Costa Rica en el mapa del mundo del cine a todo nivel. El tico es increíblemente talentoso, en todas las áreas y campos de la vida productiva del país. En general somos capaces de lograr muchas cosas, eso sí con gran esfuerzo como es el caso de todos los directores y producciones audiovisuales en este país. En la mayoría de los casos los esfuerzos gigantescos se hacen y muchas veces no los vemos, ni conocemos los retos sino hasta el producto final. Es increíble como han logrado producir maravillosas imágenes con poco apoyo y presupuesto, pero nos muestran que se logra, que se puede creer en los sueños como es el caso de la convocatoria que ha logrado Hernán Jiménez para su película, por ejemplo.